Esta vez, la práctica ha sido en parejas. Consistía en hacer una composición con una compañera del grupo, utilizando la misma técnica que el día anterior. Eso sí, cada una pintaba una mitad hasta que se juntasen ambas partes.
Me ha gustado mucho, porque a pesar de que cada una ha pintado lo que ha querido sin comentar a penas nada, Laura y yo hemos logrado que parezca una única obra, en lugar de dos en una. Para trabajar con los niños es interesante, puesto que es una forma de trabajar en equipo y de compartir tu creatividad a la vez que se crean vínculos. Se pueden ayudar entre ellos y aprender el uno del otro. En nuestro caso, el profesor (Miguel Elías) iba dando ideas de qué líneas, círculos podíamos introducir y qué materiales o plantillas emplear para ello, interviniendo en los distintos trabajos. En mi opinión, creo que sería mejor aportar las ideas y mostrar ejemplos antes de iniciar la actividad, para no interferir en la creatividad del niño, a no ser que veamos que alguno está muy perdido; pero simplemente le facilitaría alguna idea sin pintar en su papel.
Después de pintar un rato, el profesor nos invitó a darnos una vuelta para ver las creaciones de los compañeros y negociar un cambio de pinturas. Nosotras no cambiamos el nuestro porque nos gustaba mucho cómo había quedado. Y particularmente también, porque creo que la pintura es algo personal y no me gusta que alguien externo intervenga o haga algo sobre mi obra. Me parece bien que sea opcional, pero creo que esa parte no la llevaría a la práctica con los niños. Quizás haría una exposición, en la que cada alumno hablase de su obra y que luego observasen y comentasen lo que les parecen las de sus compañeros.
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